¿UTOPÍA O RESIGNACIÓN? TRANSFORMEMOS LAS PALABRAS EN ACTOS

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la utopía como «el plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación» `mientas que el gran Oscar Wilde escribía que «un mapa del mundo en el que no se incluya la utopía no merece la pena ser estudiado»    

La utopía, termino creado por el humanista Tomás Moro para dar nombre a una sociedad ideal que vivía en la isla de Utopía en la obra del mismo título, nunca tiene buena prensa, incluso suele ser despreciada como una idea de mentes dadas a la fantasía y poco pegadas a la realidad. En esta sociedad y en esta época dominada por el pragmatismo, el culto al dinero y al progreso material, la utopía ni siquiera es ya tema de conversación. Bastante tenemos , nos decimos a nosotros mismos, con los problemas de la vida cotidiana como para andar por ahí con la cabeza perdida en ensoñaciones de mundos mejores y sociedades más justas.
Tomas Moro, autor de «Utopía», quién pago su independencia de pensamiento con la vida al ser ejecutado por orden de Enrique VIII 
En realidad, vivimos en un mundo dominado por el escepticismo, la resignación y la pérdida de fe en la naturaleza humana y la verdad es que no faltan motivos para perder esta fe. No hay más que encender la televisión o leer un periódico para ver como está el mundo. Las continúas noticias negativas sobre la economía, la corrupción política, la desesperación de millones de personas sin empleo y sin horizontes de futuro, la mediocridad intelectual que nos rodea y que impide hablar a aquellas voces que realmente podrían proponer algo diferente. Es una atmósfera gris, opresiva, donde no hay lugar para la ilusión, para el entusiasmo imprescindible para superar las adversidades que se nos presentan. Tenía mucha razón el escritor alemán Albert Schweitzer cuando decía «los años arrugan la piel, pero la falta de entusiasmo arruga el alma» .
Si nos fijamos en los mensajes que recibimos a través de los medios de comunicación, parecen querer convencernos de la  necesidad de resignarnos, de aceptar la realidad por muy injusta y contraria a nuestros intereses que pueda resultar. Hay que recortar nuestros derechos sociales porque no hay otra salida, hay que reducir salarios porque el sistema no puede asimilar tantos costes, hay que abaratar el despido porque es la única forma de crear trabajo, hay que prolongar la edad de jubilación y reducir el importe de las pensiones porque sino no se podrán pagar en el futuro ninguna pensión, hay que reducir el subsidio de desempleo porque no hay dinero suficiente para mantenerlo, hay que colaborar en el pago de la Seguridad Social porque tampoco el Estado puede cubrir tantos gastos.
Hay que, hay que… sólo nos hablan de sacrificio y nos dibujan un futuro donde nosotros , nuestros hijos y nuestros nietos vivirán peor que hoy, no sólo con menos calidad de vida sino también con menos derechos y con las libertades recortadas. Tenemos que aceptar que, por ejemplo, en España un 23% de la población esté cobrando un sueldo en la empresa privada que no pasa de los 700 euros, tenemos que aceptar que en dos años se hayan perdido casi dos millones de puestos de trabajo y 800.000 familias estén viviendo de la caridad gracias a la ayuda de organizaciones como Caritas o Cruz Roja, tenemos que aceptar que los responsables de este caos sigan ocupando sus puestos de privilegio y engordando sus patrimonios mientras miles o cientos de miles de familias se encaminan hacia la pobreza.
Vemos como la violencia aumenta cada día en Europa, manifestaciones en Grecia contra una reforma laboral y económica que hunde a los griegos en la miseria, en Italia contra el gobierno de Silvio Berlusconi que es un insulto a la inteligencia y a la honradez, en Irlanda condenada a años de pobreza , en el Reino Unido donde muchos jóvenes no podrán acceder a la educación universitaria por no tener dinero para pagarla. Pero son sólo los primeros síntomas de unas sociedades que están siendo llevadas al límite, aunque de momento aún se respetan las instituciones. Pero los poderes políticos y financieros no ddeberían olvidar las palabras de John F.Kennedy «Los que hacen imposible una evolución pacífica harán inevitable una revolución violenta.»  ni las de Bertolt Brecht , quién escribía «las revoluciones se producen en los callejones sin salida»  
Los brotes de violencia se extienden lentamente por toda Europa. En la imagen la agresión de estudiantes ingleses al coche donde viajaban los príncipes de Gales  
Están llevando a la sociedad a un callejón sin salida y eso es muy peligroso. Por  eso, he titulado al artículo de hoy ¿Utopía o resignación?, porque la resignación que nos domina hoy sólo puede traernos más problemas en el futuro, cuando ya sea demasiado tarde para hacer nada. Cualquier propuesta que se realice para enfrentarse al poder establecido y al sistema va a ser rechazada desde el mismo momento de su formulación por considerarse utópica, pero si no aportamos ideas, por absurdas que nos puedan parecer, no hallaremos caminos diferentes que nos permitan salir de esta situación. Creo que era Albert Einstein quién decía que si queremos obtener resultados diferentes no podemos repetir lo que ya estamos haciendo, habrá que probar cosas nuevas, ensayar otras ideas y planteamientos.
Una de las cosas de las que todos nos quejamos es de nuestros políticos, decimos que no nos escuchan, que se encuentran lejos de nuestra realidad cotidiana, que sólo se preocupan de nosotros para pedirnos el voto y luego no volvemos a saber nada de ellos hasta cuatro años después. En realidad, el Parlamento, que debería de ser la casa de todos pues los que ocupan los escaños han sido elegidos por nosotros para que nos representen, lo vemos como algo completamente ajeno a nuestra vida, un lugar donde estos políticos se insultan con vehemencia para poco después sonreirse en los pasillos mientras deciden leyes y reformas que nos afectan, sin consultarnos para nada. Cada vez me parece más cierto que la democracia en la que vivimos es un gobierno para el pueblo pero sin el pueblo, cuya voz cada vez se oye menos.
Pero quizás podríamos hacer algo por cambiarlo, algo que no sea sólo esos diálogos en los bares donde todos arreglamos el mundo para volver luego resignadamente a la realidad diaria. ¿Y si hiciésemos oír la voz del pueblo en el propio Parlamento de una forma diferente a la de los partidos políticos tradicionales? Cuando vemos a los políticos sabemos que son profesionales de esto, viven de la política, ganan dinero con ella y tienen privilegios que les hacen diferentes al resto de ciudadanos, se someten a una disciplina de partido que es quién les da el trabajo y quien dicta lo que deben decir y votar. Si lo pensamos bien, un partido político es lo menos democrático que nos podemos encontrar tal y como están pensados en Europa.
Y he pensado que habría una forma de introducir un viento fresco en ese Parlamento, y me refiero tanto al de España como al de cualquier otra nación ya que hay gente que me lee en otros países. Imaginad por un momento que una persona normal crease su propio partido para participar en las elecciones. Que esa persona se comprometiese, en el caso de recibir los votos necesarios para ocupar un puesto en el Parlamento, a no aceptar sueldo , pensión ni privilegio alguno , que , además, no tuviera programa político , sino que llevaría al Parlamento las preguntas que la gente le enviaría sobre sus problemas reales.
Estoy hablando de un partido sin estructuras, sin sede social, sin administración, sin dinero, sin propaganda electoral, sin sueldos de sus miembros, un partido formado por personas que no tuvieran ningún interés más que representar a la sociedad que ahora no tiene voz , exponiendo en el Parlamento los problemas que día a día acosan a la gente, convirtiéndose en el representante de los millones de parados, de la gente que no puede pagar sus hipotecas o ni siquiera tiene ya para dar de comer a su familia, de tantas víctimas de este sistema sin alma ni corazón
Congreso de los Diputados. Debería ser la casa de todos pero ¿nos sentimos representados?
Me diréis que , primero, es una utopía, y , segundo, no serviría para nada. En cuanto a lo primero no lo veo tan utópico,porque hoy en día , a través de las redes sociales una persona puede llevar su mensaje a millones de ellas sin gastar nada en publicidad. Por eso no necesitarías ni sede social ni campañas en los periódicos o en la radio. Sería imprescindible que los que quisieran participar lo hicieran de forma altruista, porque todos sabemos que cuando se ocupa un cargo el dinero termina por convertirnos en esclavos , la única forma de mantener la independencia es no sacar ningún beneficio de ello. No se trataría de un partido nacido para llegar al poder, al contrario, tendría que mantenerse al margen y no vender su voto a una u otra opción , porque en ese momento perdería su razón de ser, la independencia necesaria para defender al pueblo contra las injusticias del sistema.
Y pienso que de esa forma si se podría conseguir el apoyo de muchas personas que están desencantadas , podríamos recuperar su ilusión al ver que hay personas dispuestas a llevar sus problemas ante los partidos que sólo piensan en aumentar su poder sin contar con nosotros, y, lo más importante, la voz del pueblo dejaría de oírse sólo en los bares o en conversaciones entre amigos, llegaría donde siempre tuvo que estar, donde se hallan los representantes del pueblo.
¿Por qué no transformar las palabras en actos?¿Por qué no intentar lo que parece absurdo, utópico? Yo creo en las palabras de Mahatma Ghandi » En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle»  y pienso que esta sociedad en la que vivimos está llena de leyes injustas y de personas indefensas ante esas injusticias. Personalmente me gustaría intentar una aventura así y casi estoy decidido a llevarlo a cabo, aunque soy consciente que estaría posiblemente  condenada al fracaso, pero ¿no es más fracaso que nos callemos y lo aceptemos todo con resignación? Me gustaría que me diérais vuestra opinión sobre esto, se podría intentar, pienso que si es posible hacerlo aquí y en cualquier otra nación  y , quizás, sería la primera semilla de un cambio.
No esperemos que nos impongan el cambio, seamos nosotros los que inciemos el cambio.

LOS INDEFENSOS : LA PRIMERA REVOLUCIÓN EMPIEZA EN NOSOTROS

Un hombre llama a un programa de radio.Lleva más de dos años en el paro, no recibe ningún subsidio de desempleo, ninguna ayuda pública, no encuentra trabajo aunque lo busca con desesperación y forma parte de ese 40% de familias españolas en las que ninguno de sus miembros trabaja. En su momento no oí esta conversación, pero después de que me la comentasen, la escuché por Internet y me ha conmovido por el drama que se halla detrás de sus palabras.

Este hombre, honrado, porque sólo una persona honrada tendría valor para hablar así, confesó que se había visto obligado a robar comida en los supermercados para alimentar a sus hijos, que cuando llenaba el depósito de gasolina de su coche se marchaba sin pagar, y decía que no se reconocía a sí mismo , que le parecía ser otra persona que nada tenía que ver con aquella que, poco más de dos años antes, estaba trabajando y luchaba como tantos otros  para sacar su vida adelante.

Cuando descendemos de los grandes discursos políticos, de las teorías económicas, de las soluciones con las que se llenan la boca políticos y periodistas para salvar los beneficios de las grandes empresas y mantener un tiempo más este sistema en el que vivimos, y nos encontramos con la realidad de un ser humano que no ha hecho nada malo, que sólo ha tratado de trabajar para tener lo esencial para vivir como hacemos la mayoría de nosotros, y ves como se ha convertido en una víctima de esta crisis, que no entiende de personas y obliga al hombre a aparcar su honradez para sobrevivir un día más, entonces es cuando comprendes la abyección en la que hemos caído, hasta donde llega la ceguera de todos nosotros.
Hay que manifestarse contra la pobreza, pero no sólo con palabras sino con hechos
Si, la ceguera de todos. Porque su situación es el resultado de un capitalismo salvaje que pone el beneficio por delante de cualquier otra consideración,de políticos mediocres, oportunistas o corruptos, o todo a la vez, que siguen las pautas marcadas por los mercados y las grandes empresas, y , finalmente, también  nosotros, los que integramos la sociedad, porque también nosotros somos responsables de lo que sucede , bien por egoísmo, bien por complacencia, bien por indiferencia ante el mal ajeno,bien porque nuestros problemas nos parecen tan graves que pensamos que bastante tenemos como para complicarnos más la vida.
Ahora vendrá la Navidad, las páginas de los periódicos, los mensajes de televisión y nosotros mismos nos empacharemos de escribir o pronunciar palabras llenas de buenos deseos , de amor al  prójimo y por unos días el mundo parecerá un lugar más cálido y humano. Ya sabemos lo que pasa después, viene el mes de enero , el frío vuelve a helar nuestros corazones y el mundo sigue girando y con él las injusticias, la pobreza, el dolor y la soledad de tantas personas indefensas, apartadas del sistema salvaje , y olvidamos que mañana podemos ser nosotros las siguientes víctimas de la fortuna, porque como escribía el gran Miguel de Cervantes, a quién la fortuna siempre le fue esquiva, » Esta que llaman fortuna, es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo, ciega, y así no ve lo que hace, ni sabe a quien derriba».

Vivimos en un mundo injusto, nunca ha existido un mundo que lo fuera  e incluso podríamos afirmar que nunca la justicia llegó hasta tanta gente como en el pasado siglo XX, cuando una parte importante del planeta alcanzó un grado de bienestar desconocido en la historia de la humanidad, aún con grandes desigualdades entre unas naciones y otras. Lo lógico habría sido evolucionar hacia una mayor prosperidad y , sobre todo, extenderla hacia aquellas naciones que vivían todavía en la pobreza, sin libertad y con una vida sin opciones. Si, eso habría sido lo lógico, pero no contábamos con la fuerza que tiene la avaricia y el egoísmo, el deseo insaciable de acaparar, de querer siempre más, que parece envenenar a la sociedad occidental. Nos hemos convertido en víctimas de nuestra prosperidad, hemos olvidado que si tener es importante aún lo es más ser una persona y que hay valores a los que jamás tuvimos que renunciar. 

Se que no lo hemos hecho conscientemente, sólo abandonamos los mandos de la nave en manos de nuestros políticos y los grupos de poder, y nos olvidamos que defender una sociedad justa, donde nadie se quedase desamparado y donde la gente honrada no tuviese que llegar al robo para conseguir llevar un pedazo de comida a casa, requerían de nuestro esfuerzo diario, de no permitir muchas de las cosas que se han hecho en los últimos años, cuando dejamos al  poder con las manos libres porque a nosotros nos iba bien.

Este hombre que hablaba en la radio podemos ser nosotros mañana y pienso que la única forma de evitar que sigamos dejando un rastro de víctimas, de vidas rotas, de desesperación , de personas que se apagan entre el silencio de todos nosotros, es recuperar las palabras del poeta latino Terencio, que hace dos milenios proclamaba que «Nada humano me es ajeno«.  Muchas veces he escrito ya en estas páginas que es necesario una revolución social, más allá de ideologías, una revolución que acabase con las teorías económicas y políticas que han subordinado al ser humano en favor de otros intereses y que han logrado deshumanizar nuestra sociedad. Ahora estoy más convencido que nunca que esa revolución es necesaria y que debe empezar por nosotros, por mi y por cada uno de los que me leen y por nuestras familias, amigos y extenderse por tota la población.
´Tomás Moro escribió «Utopia» en el siglo XVI, nosotros podemos luchar porque la utopía no sea un libro sino una realidad
Cuando hablamos de la injusticia de la sociedad tenemos que ser conscientes de que la sociedad no es un ente abstracto, no es un concepto filosófico ni una palabra en un diccionario, la sociedad es mucho más, soy yo y todos vosotros, y si es injusta significa que yo mismo estoy siendo injusto. Y si soy consciente de ello podré empezar a darme cuenta de que todo lo que hago es importante, que aunque piense que yo puedo muy poco , ese poco es importante. Cada vez que extendemos la mano a quién nos necesita, cada vez que añadimos nuestra firma contra una injusticia, cada vez que nos manifestamos para defender los derechos de los más débiles, cada vez que denunciamos las mentiras de los políticos y luchamos contra sus políticas que atacan a los más indefensos, estamos encabezando una revolución moral contra la que ningún poder podría luchar, porque ninguna balloneta puede callar a un pueblo entero que lucha por lo que es justo.

Por ejemplo, si hablásemos de España, tendríamos que salir a la calle todos, tanto los que trabajan como los que no, los que tienen dinero como los pobres, para oponernos a medidas como retirar la ayuda de 400 euros a los que ya no tienen nada. Aunque no nos afecte a nosotros directamente, tendríamos que unirnos para evitar que esas personas sufran más y terminen desamparadas. Tendríamos que construir entre nosotros , sin contar con el  poder, una sociedad basada en la ayuda al más necesitado, en la que nadie se sintiera desamparado, apartando nuestras diferencias ideológicas o religiosas, porque estamos hablando de seres humanos, y eso está por encima de cualquier otra consideración.

Me diréis que estas palabras están muy bien pero que son eso, palabras, una utopía irrealizable. Pero tengo respuesta para eso, aunque no es mía sino del escritor Eduardo Galeano «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar». ¿Podéis imaginaros como cambiaría el mundo si realmente luchamos por esa utopía, si creemos que a pesar de que los poderes en contra son muy fuertes ,nosotros somos más y podemos más? Nosotros podemos provocar el cambio, no por las armas, no con la violencia, sino con nuestra actitud, con la guerra sin cuartel contra los que nos quieren engañar, sin ceder un centímetro en nuestras libertades y derechos y defendiendo hasta nuestras últimas fuerzas a los más débiles para que mañana puedan estar junto a nosotros en la batalla.

Que es difícil, seguro que lo es, que puede ser que en nuestras vidas no consigamos un cambio radical, tal vez, pero tenemos que intentarlo, tenemos que creer en que otro mundo es posible y seguro que así lograremos una sociedad donde un hombre honrado no tenga que llamar a la radio para confesar que roba para dar de comer a su familia. Por mi parte no dejaré que nadie me arrebate mi fe en el ser humano y en nuestra capacidad de cambiar el mundo.