EL ORO VERDE, EL ÁRBOL QUE LLORA Y LA SANGRE INDÍGENA(SEGUNDA PARTE)

En la primera parte de este artículo conocimos la historia del caucho, de su origen y la evolución en su uso hasta convertirse en el preciado oro verde sobre el que se iban a cimentar las grandes fortunas de los caucheros brasileños, peruanos, bolivianos y  colombianos durante las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. Desde las suelas de los zapatos y los impermeables hasta los neumáticos del nuevo invento que iba a revolucionar el transporte, el automóvil, patentado por Karl Friedrich Benz(1844-1929) en 1886, todos tenían al caucho como materia prima fundamental y su extracción y exportación se convirtió en la nueva fiebre del oro que atraería a hombres aventureros, ambiciosos y codiciosos que no se detendrían ante nada para conseguir la fortuna que perseguían, hombres como Carlos Fermín Fitzcarrald(1862-1897), que se encargaría de abrir el camino en la forma de explotar el caucho y obtener los máximos beneficios posibles  y que luego otros copiarían. Sobre su figura ya hablamos en el día de ayer y dejamos la historia en el momento en que moría en un naufragio en 1897, pero pronto le sucederían otros hombres que superarían en crueldad a Fitzcarrald.
Ya en la década de los setenta del siglo XIX la gran potencia que era el Imperio Británico se había preocupado de monopolizar  el comercio y la manufacturación del caucho, creando empresas como la Amazon Steam Navigation Company y la Booth Steamship Company. La primera se encargaba de transportar el caucho desde los puertos amazónicos hasta la desembocadura del río , mientras que la segunda realizaba el transporte desde la costa brasileña hasta los puertos europeos y norteamericanos . Mientras , los caucheros se encargaba de los campos de caucho y de la explotación de los indios encargados de recogerlo. Miles de europeos comenzaba a usar sus bicicletas y automóviles con los neumáticos creados por hombres como John Boyd Dunlop(1840-1921) , inventor del primer neumático con cámara, o Édouard Michelin(1859-1940), que desarrolló el primer neumático desmontable , sin ser conscientes de que el caucho que se utilizaba para su fabricación era obtenido a través de la explotación y sufrimiento de millares de indígenas amazónicos . No es muy difícil entender esta situación porque hoy sucede lo mismo con nuestras zapatillas deportivas, nuestra ropa o con los balones de fútbol fabricados por niños en países subdesarrollados por sueldos de miseria pagados por las grandes multinacionales. Hay cosas que parecen no cambiar nunca.

Así era el entorno en el que trabajaban primero los trabajadores asalariados y después los indígenas. En el caso de los primeros caían víctimas de las enfermedades como la malaria, las picaduras de las serpientes o los ataques de jaguares y cocodrilos mientras que los indígenas resistían mejor estas condiciones ya que era su ambiente natural, la tierra donde habían nacido, pero lo que no iban a resistir es el trato al que serían sometidos por los capataces contratados por hombres como Julio César Arana para que cumplieran su trabajo . Según el antropólogo canadiense, al que citaré más adelante, Wade Davis «por cada tonelada de caucho producida, asesinaban a diez indios y centenares quedaban marcados de por vida con los latigazos, heridas y amputaciones que se hicieron famosos en el noreste amazónico«(imagen procedente de http://www.banrepcultural.org )
Pero antes de esclavizar a los indígenas los caucheros habían traído a las plantaciones a trabajadores asalariados que tenían que enfrentarse, además de a la dureza del trabajo de recolectar la resina, a un entorno hostil , la selva amazónica , donde el calor, la humedad, las enfermedades y los ataques de animales como el jaguar o las serpientes venenosas , además de los ataques realizados por las tribus indígenas que se oponían a su presencia en lo que habían sido sus territorios ancestrales, convertía la vida de estos trabajadores en un auténtico infierno. El escritor español Javier Reverte(1944), en su libro «El río de la desolación» que me ha servido como fuente principal de información para redactar este artículo, recoge a su vez estas palabras del escritor colombiano José Eustasio Rivera(1889-1928) de su novela «La vorágine» que pone en boca de uno de los trabajadores del caucho estas palabras que reflejan lo que debían sentir aquellos hombres  «Esclavo , no te quejes de las fatigas; preso, no te duelas de tu prisión; ignoráis la tortura de vagar sueltos  en una cárcel como la selva, cuyas bóvedas verdes tienen por fosos ríos inmensos.¡No sabéis el suplicio de las penumbras, viendo el sol que ilumina la playa opuesta, adonde nunca lograremos ir! Mientras le ciño al tronco goteante el tallo acanalado del caraná, para que corra hacia la tazuela su llanto trágico, la nube de mosquitos que lo defiende chupa mi sangre y el vaho de los bosques me nubla los ojos»
Con estas condiciones de trabajo es fácil entender que muy pronto el principal problema de los caucheros  fue encontrar mano de obra para sus explotaciones. Para retener a los que ya tenía trabajando como asalariados había un método perverso e infalible, el endeudamiento. Cuando uno de estos hombres era contratado recibía aquello que era indispensable para realizar su trabajo, desde las herramientas necesarias para la extracción de la savia y su transformación en caucho hasta la comida con la que iba a alimentar a su familia y la casa donde vivirían. Pero , por supuesto, esto no era gratis, sino que el cauchero fijaba un precio muy elevado que el trabajador se comprometía a pagar con su producción de caucho, de tal forma que ya antes de empezar a trabajar se encontraba endeudado con el cauchero, una deuda que nunca quedaba saldada pues siempre necesitaría más comida y ropa con la que mantenerse a sí mismo y a su familia lo que volvía a endeudarle, entrando en un círculo vicioso del que era imposible escapar. Si en teoría eran hombres libres en la práctica eran esclavos del cauchero, esclavos de sus deudas , una esclavitud que además era hereditaria, pues en caso de muerte de los padres la deuda pasaba a sus hijos que de esta forma seguían ligados al cauchero.

Indios huitotos en una caucheria. Eran la tribu más abundante en la región del Putumayo hasta la llegada de Julio César Arana, pero después de la fiebre del caucho casi habían sido exterminados. En la actualidad se hallan dispersos en diferentes zonas de la selva del Amazonas en Colombia . En los informes que se escribieron sobre la explotación de los indígenas como mano de obra esclava en las caucherias se estimaba que la cifra de indígenas muertos en el trabajo oscilaba entre los treinta mil y los cuarenta mil. Creo que estas cifras son suficientes para que pueda ser considerado un genocidio tal y como lo define la Corte Penal Internacional   «cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal; estos actos comprenden la matanza de miembros del grupo, lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo, sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo, traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo» (imagen procedente de http://conmemoracioncaucherias.blogspot.com )
Volviendo al libro de Javier Reverte, recoge un texto del viajero, aventurero y escritor español Ciro Bayo(1859-1939), uno de los pioneros de la escritura de libros de viajes y que en 1927 publicaría «Por la América desconocida» nacida de sus experiencias en América del Sur durante sus más de diez años de estancia en el continente . En esta obra se encuentra una descripción detallada de la vida de estas familias en las explotaciones de caucho  y así cuenta como eran sus hogares «Las casas que les dan en las haciendas  tienen una sola habitación, y en su mayoría están construidas con estacas clavadas en tierra y , entrelazando palizadas, cubren luego con barro esta especie de tejido. Tienen que dormir en el suelo, sobre la tierra, hasta que se proporcionan lecho, que suele ser un montón de hojas de maíz» y también nos describe sus condiciones de vida y trabajo «Los emigrantes son víctimas de toda clase de vejaciones; no se les paga en dinero, sino con vales, solamente utilizables en el almacén de la hacienda, por la cantidad indispensable. En algunas haciendas pasan hasta siete meses, sin que les den estos vales y , forzados por el hambre, tienen que huir, abandonando los pocos enseres que poseen»
Finalmente, Bayo indica que «hay noticias de violaciones cometidas por hijos de administradores o hacendados en hijas de colonos. En lupanares de algunos poblados hay gran número de muchachas prostituidas por las haciendas» Esta era la situación cuando irrumpe en escena el heredero natural de la obra de Carlos Fermín Fitzcarrald, un hombre cuyo nombre implica recordar la esclavitud, la tortura y el asesinato, Julio César Arana del Águila(1864-1952). Julio César Arana nacía en 1864 en la provincia peruana de Rioja , apenas dos años después que Fitzcarrald, y era hijo de un empresario que poseía una fábrica de sombreros que luego vendía a los caucheros . El joven Arana no tardaría en quedar cautivado por los relatos de las fortunas que podían amasarse en la selva con la explotación del caucho y  en 1884 decide dejarlo todo y se marcha a la selva a buscar su propia fortuna, siguiendo los pasos de Fitzcarrald. En 1890 lo encontramos en la ciudad de Yurimaguas , en la amazonía peruana, dedicado al comercio del caucho. Arana compraba cada día la goma producida por los caucheros con el precio de ese día, pero los precios de la goma se hallaban en aquel momento en un incremento continuo, por lo que Arana revendía al poco tiempo esa goma a un precio muy superior obteniendo grandes beneficios que le enriquecieron con rapidez.

Fotografía de Julio César Arana, el auténtico rey del caucho, el hombre que siguiendo los pasos de Fitzcarrald fue aún más allá y convirtió a los indígenas en esclavos sobre los que cimentar su inmensa riqueza y su prestigio social, dos elementos que suelen ir de la mano en nuestras sociedades donde no importa tanto lo que eres como lo que tienes. Sólo unas pocas voces se atrevieron a desafiar el poder de la Casa Arana para denunciar el horror que se vivía en sus explotaciones . El escritor colombiano José Eustasio Rivera lo describía con estas palabras en su obra «La vorágine» «Un hombre regordete y abotagado, pechudo como una hembra , amarillento como la envidia» Y habría que añadir con las manos blancas a pesar de la sangre derramada de miles de indígenas que dieron su vida por el afán de riqueza de este hombre sin escrúpulos que, sin embargo, llegaría a ser alcalde de Iquitos y presidente de la Cámara de Comercio además de ser recibido por importantes empresarios en Inglaterra que colaboraron en la financiación de sus negocios mientras los gobiernos de Perú, Colombia o Brasil le permitían que siguiera  con su genocida forma de explotar a los indígenas (imagen procedente de http://clioperu.blogspot.com )
Ya en 1896 funda la J.C Arana y Hermanos al mismo tiempo que se instalaba en Iquitos, que ya vimos que era la principal ciudad de la amazonía peruana, con su familia . Pronto su empresa controlará gran parte del mercado del caucho de la región y será conocida simplemente como Casa Arana. Pero al igual que Fitzcarrald, Arana quiere más y ante el problema de la mano de obra asalariada , cada vez más difícil de contratar, Arana comprendió que podía seguir el camino abierto por el fallecido Fitzcarrald y usar a los indígenas como mano de obra esclava. Eran más resistentes a las enfermedades , a la hostilidad del clima y los peligros de la selva ya que habían nacido y vivido allí y con ellos lograría aumentar la producción y además le saldría gratis. Después de recorrer diferentes zonas centra su atención en las tierras que se extienden a orillas del río Putumayo , un nombre que significa «río que nace donde crecen las plantas cuyos frutos son usados como vasijas», pues era una zona muy rica en árboles de los que podía extraerse caucho. En la actualidad el río Putumayo constituye en gran parte de su recorrido la frontera entre Perú y Colombia, y en aquel momento era una región casi inexplorada y sin explotar por los caucheros.
Arana  consideró que aquel era el lugar ideal para establecer el centro de su producción de caucho ,pero antes tenía que resolver el problema de los caucheros colombianos que reclamaban para Colombia aquellos territorios. Pero no representó una gran dificultad para Arana y así uno de los caucheros colombianos más importantes, Emilio Gutiérrez, murió asesinado por los hombres de Arana junto a toda su familia y cuarenta trabajadores y otro de ellos, Benjamín Larrañaga, moriría envenenado por arsénico. Así cuenta el antropólogo canadiense Wade Davis (1953) en su obra «El río, exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica» como solucionó el problema con uno de estos caucheros colombianos «En diciembre de 1907 envió a Miguel Loayza, su capataz, a El Encanto a persuadir a David Serrano, uno de los colombianos, de que abandonara su campo en La Reserva. Los peruanos atacaron de forma avasalladora, ataron a un árbol a Serrano, violaron a su esposa en su presencia y lo abandonaron a su suerte descendiendo por el río con su hijo, quien luego fue obligado a trabajar como sirviente en El Encanto. La esposa, también secuestrada, se convirtió a la fuerza en la concubina de Loayza». Esa era la forma en que Arana entendía los negocios, unos negocios que no hacían más que reportarle beneficios y con la riqueza llegaba también el prestigio social , siendo elegido alcalde de Iquitos en 1902 y abriendo nuevas sucursales de la empresa en ciudades tan importantes como Manaos en 1903, además de ser elegido también como presidente de la Cámara de Comercio. Para el año 1905 Arana controla veinte mil kilómetros cuadrados de la región de Putumayo . Después de un viaje a Londres donde obtiene el apoyo de diferentes inversores, funda la Peruvian Amazon Rubber Company que pasará luego a llamarse Peruvian Amazon Co Ltd , la cual ya en 1910 exportaba más de un millón y medio de toneladas de goma.

Una de las Casad de Julio César Arana, en este caso la de la Chorrera. Gracias a estos establecimientos donde era almacenado el caucho extraído por los indígenas las fortunas de los caucheros crecieron en muy poco tiempo , provocando una fiebre similar a la del oro en California en 1848, pero en este caso se trataba de oro verde. El antropólogo Wade Davis hace una descripción de los extremos a los que había llegado la ostentación de estos nuevos ricos en una de las ciudades más importantes de la amazonía, Manaos, en el territorio brasileño «Los magnates del caucho prendían sus habanos con billetes de cien dólares y aplacaban la sed de sus caballos con champaña helado en cubetas de plata. Sus esposas, que desdeñaban las aguas fangosas del Amazonas, enviaban la ropa sucia a Portugal para que la lavaran allá. Los banquetes se servían en mesas de mármol de Carrara, y los huéspedes se sentaban en asientos de cedro importados desde Inglaterra . Después de cenas que costaban a veces hasta cien mil dólares, los hombres se retiraban a elegantes burdeles. Las prostitutas acudían en tropel desde Moscú y Tánger, El Cairo, Paris, Budapest, Bagdad y Nueva York. Existían tarifas fijas. Cuatrocientos dólares por vírgenes polacas de trece años» (imagen procedente de http://www.revistacredencial.com )
Y una de las bases del éxito de Arana era la utilización de los indígenas como mano de obra esclava. Entre las tribus que habitaban el Putumayo la víctima principal, aunque no la única,  de los métodos de Arana fue la tribu más numerosa en la región, los huitotos. La táctica inicial usada para acercarse a los indios fue, una vez más , la del endeudamiento. Los hombres de Arana ofrecían a los indios baratijas , collares y algunas herramientas y a cambio , para pagarlas, el jefe de cada tribu se comprometía a entregar una determinada cuota de caucho a la empresa de Arana . Por supuesto, los indios no conocían los números ni las medidas usadas por los hombres de Arana, no sabían la deuda que acumulaban ni tampoco entendían la razón por la que aquella deuda nunca quedaba saldada. Su trabajo no era muy eficaz, ya que no estaban acostumbrados a cumplir unos horarios establecidos ni una cuota de producción y no tardaron en ser obligados a trabajar por hombres armados contratados por Arana, entre los que figuraban jóvenes indios que habían sido criados por los caucheros y también negros traídos de las Barbados, de nacionalidad inglesa.
Vuelvo a las palabras del antropólogo canadiense Wade Davis para que nos relate como se inició la esclavitud de los huitotos «En 1904 contrató a doscientos guardianes de Barbados y les encomendó la tarea de acorralar a cualquiera que intentara escapar . Los caucheros, a quienes se les permitía ‘civilizar’ a los indios, atacaban al alba, atrapando a sus víctimas en las malocas y ofreciéndoles regalos como excusa a su esclavitud. Una vez en garras de deudas que no podían comprender y a riesgo de la vida de sus familias, los huitotos trabajaban para producir una sustancia que no podían usar. Los que no cumplían con su cuota, los que veían que la aguja de la balanza no pasaba de la marca de los diez kilos, caían de bruces a la espera del castigo. A unos los golpeaban y azotaban, a otros les cortaban las manos o los dedos. Se sometían, porque si oponían resistencia sus esposas y sus hijos pagarían por ello» . Se habían convertido en rehenes del cauchero.

Indígenas encadenados en una explotación de caucho. Huitotos, boras, andokes, ocainas y otras tribus fueron llevadas al borde del exterminio por los métodos bárbaros de trabajo a los que eran sometidos, por las torturas, las mutilaciones y el asesinato cometido por los hombres de Arana . Para que no hubiera rebeliones ordenó que asesinaran a todos sus líderes y si algún indígena escapaba se obligaba a su propia familia a perseguirlo. En caso de no atraparlo todos los familiares del huido eran ejecutados. Otra de las medidas que empleaba Arana para lograr la sumisión de los indígenas era desplazar a sus poblaciones para que también perdieran su identidad. (imagen procedente de http://www.banrepcultural.org )
Y así  describe Javier Reverte en «El río de la desolación» los castigos que recibían si no cumplían con las cuotas de producción «Azotes con látigo, el aprisionamiento en cepos, el encarcelamiento en celdas sin agua y luz durante días, el semiahogamiento delante de los parientes  de la víctima; la violación de las mujeres ante sus maridos e hijos, la mutilación de los dedos, manos y orejas; la exposición de las víctimas en la entrada de las estaciones , colgadas de las manos y desnudas; la crucifixión, el lanzamiento a corrientes del río de indígenas atados de pies y manos; la aplicación de sal en las heridas, la incineración de gente viva con queroseno; la muerte por hambre y el aperreamiento, esto es  hombres, mujeres y niños arrojados como comida para los grandes mastines de los capataces» Leyendo estas palabras si nos preguntasen si existe un infierno creo que podríamos responder que lo que estaban viviendo aquellos desdichados debía estar muy próximo a lo que entendemos por el reino de las tinieblas. Pero tales atrocidades no se podían mantener siempre ocultas y ya hacia 1907 el periodista peruano Benjamín Saldaña Roca denunciaba en una serie de artículos publicados en varios periódicos de Iquitos los métodos empleados por Arana.

Este es el texto de la denuncia que Benjamín Saldaña Rocca presentaba el 9 de agosto de 1907 en Iquitos contra la Casa Arana. En uno de los párrafos podemos leer «Que estando esparcidas alrededor de las casas de las secciones tales como «Matanza», «Último Retiro», «Sabana»,»Santa Catalina» y todas las demás dependencias de «El Encanto» y «La Chorrera»  las osamentas de los millares de indios que se han asesinado se hace imprescindible que el Juzgado se constituya en estas secciones a fin de que realice una visita ocular a la brevedad posible antes de que hagan desaparecer las osamentas de las víctimas» La respuesta de las autoridades fue el silencio y habría que esperar cinco años más, cinco años de sufrimiento , de muerte y de injusticia hasta que Roger Casement, el diplomático inglés enviado por el Imperio Británico para investigar lo que estaba sucediendo , desvelara el horror de las explotaciones de la Casa Arana y conmoviera a la sociedad con el relato de lo que allí vio (imagen procedente de http://delaselvasuwebon.blogspot.com )
 
Reverte recoge las palabras con las que Saldaña presentó el nueve de agosto de 1907 ante el Juzgado de Crimen de Iquitos una denuncia del genocidio que Arana estaba cometiendo en el Putumayo contra los indígenas . La acusación presentada por Roca comenzaba así «Yo, Benjamín Saldaña Roca, los acuso de haber cometido crímenes de asesinato, incendio, estafa y robo, agravados por la práctica de las más crueles torturas y martirios perpetrados con agua, fuego y azote» pero el poder económico y el prestigio social de Arana silenciaría las acusaciones y nada iba a suceder, al menos por el momento. Pero la casualidad iba a cambiar la suerte de Arana y la de los  indígenas que parecían resignados a su destino  como esclavos. Dos jóvenes técnicos ferroviarios norteamericanos llamados Jenkins y Hardenburg, no he encontrado más información sobre ellos, se hallaban de paso en el Putumayo cuando se dirigían hacia Manaos para participar en la construcción del ferrocarril que iba a unir los ríos Madeira y Mamoré, que sería conocido después como el ferrocarril del Diablo ya que su construcción costaría la vida de más de seis mil trabajadores víctima de las enfermedades, el clima y los animales. Pero los sueldos que se ofrecían eran elevados y eso atraía a jóvenes como Jenkins y Hardenburg.
Viajando en canoa en 1909  por el Putumayo, Jenkins enfermó de malaria y Hardenburg decidió buscar refugio en la casa de un cauchero colombiano, pero la noticia pronto llegó a oídos de uno de los perros de presa de Arana, el capataz Miguel Loayza al que ya conocimos exterminando a la familia del cauchero David Serrano. Los acusó de ser espías que trabajaban para Colombia y se los llevó para retenerles . Extrañamente no los asesinó, que era la práctica habitual con todo aquel que fuera descubierto merodeando en las tierras de Arana. Finalmente fueron liberados y pudieron regresar a Estados Unidos. Durante el tiempo que permanecieron  retenidos fueron testigos de las atrocidades cometidas por los hombres de Arana y una vez recuperadas las fuerzas Hardenburg decidió que tenía que denunciar y dar a conocer al mundo lo que allí estaba pasando. Ese mismo año la revista británica «The Truth» se haría eco de los artículos escritos por Hardenburg , publicándolos bajo el descriptivo título de «El paraíso del Diablo»

Fotografía de un indígena muerto por hambre tomada por W.Hardenburg mientras se hallaba  retenido en una de las explotaciones de la Casa Arana y que aparecería  en sus artículos publicados bajo el título de «El Paraíso del diablo» y que conmocionarían a las sociedades europeas, impulsando la investigación de Roger Casement que a su vez provocaría el final de la Casa de Arana aunque no el castigo de los culpables (imagen procedente de http://www.banrepcultural.org )
En  uno de estos artículos Hardenburg contaba como actuaban los hombres de Arana con los huitotos «los torturaban con fuego, agua y la crucifixión con los pies para arriba. Los empleados de la compañía cortaban a los indios en pedazos con machetes y aplastaban los sesos de los niños pequeños al lanzarlos contra árboles y paredes. A los viejos los mataban cuando ya no podían trabajar, y para divertirse, los funcionarios de la compañía ejercitaban su pericia de tiradores utilizando a los indios como blanco. En ocasiones especiales como el sábado de pascua, sábado de gloria los mataban en grupos o, de preferencia, los rociaban con queroseno y les prendían fuego para disfrutar con su agonía». Y recogía una frase de Loayza que definía la actitud de los hombres de Arana hacia los indígenas «Son animales, no son gente». Los artículos de Hardenburg insistían también en que la empresa de Arana , la Peruvian , estaba financiada con dinero británico. La opinión publica se escandalizó ante esta acumulación de atrocidades de la que las empresas británicas eran complices . Arana viajó a Londres para tratar de detener el escándalo pero el gobierno británico decidió iniciar una investigación.
El encargado de dirigir esta investigación sería el representante diplomático británico en Río de Janeiro, Roger David Casement(1864-1916), un hombre que había nacido en Irlanda y que aunque trabajaba para el Imperio Británico tenía unas firmes convicciones antiimperialistas y era partidario de la independencia de su tierra natal irlandesa. Casement había entrado a formar parte del cuerpo diplomático colonial británico en 1892 y después de recorrer buena parte de África en 1900  fue nombrado cónsul de Inglaterra en el Estado Libre del Congo, una tierra que entonces era propiedad privada del rey belga Leopoldo II (1835-1909).  Durante los años que permaneciónen el Congo Casement fue testigo de las torturas y vejaciones que sufrían los nativos por parte de los agentes comerciales belgas para que cumplieran con sus cuotas de producción, una situación similar a la que posteriormente encontraría en el Putumayo. Casement denunciaría lo que allí estaba sucediendo en varios informes que causarían el escándalo de la sociedad y obligarían al rey a ceder la administración del territorio al gobierno belga, deteniendo así el genocidio que causaría miles de muertos y millones de desplazados.

Una fotografía tomada durante el viaje de Roger Casement al Putumayo entre 1910 y 1911 , donde interrogaría a decenas de trabajadores negros de Barbados que estaban al servicio de Arana para controlar a los indígenas como los de la fotografía . Después de documentar todos los horrores que allí se producían al regresar a Iquitos y ver la bandera inglesa  escribió «¡Hurra!Daré la bienvenida a la bandera británica. ¿Yo?Puesto que no hay aquí bandera irlandesa, al menos esta que veo hoy ondea con algún aire de caballerosidad de ideas y de actos en favor de los débiles» Gracias a su informe pudo detenerse el genocidio indígena de la misma forma que otro informe suyo detuvo el genocidio en el Congo. Pero mientras Arana murió siendo ya anciano, Casement encontraría la muerte en la horca por defender la causa de la independencia irlandesa.
Por eso Casement era el hombre ideal para investigar lo que estaba sucediendo en las propiedades de Arana. A todo aquel que esté interesado en conocer más sobre lo que allí sucedió y que aquí no puedo desarrollar más por falta de espacio , recomiendo la lectura de «El sueño del celta» de Mario Vargas Llosa(1936) donde relata toda la historia de la investigación de Casement en el Putumayo. Su viaje a Putumayo se inició en julio de 1910 y el pretexto para poder realizar sus investigaciones era conocer el estado en que se encontraban los negros de Barbados, los doscientos hombres que Arana había contratado para controlar a los indígenas de sus explotaciones y que eran súbditos británicos. Durante el viaje Casement se entrevistaría con muchos de ellos , al igual que con los capataces, y fue testigo de lo que ya había denunciado un año antes Hardenburg, a pesar de los esfuerzos de los hombres de Arana para ocultar lo que de verdad sucedía allí. Casement regresó a Iquitos en noviembre de 1911 y en julio de 1912 veía la luz «El libro negro del Putumayo» , el informe de denuncia de las actividades genocidas de Arana al que Casement calificaba , junto a sus hombres, como «asesinos y torturadores profesionales» y también acusaba a los representantes ingleses de la Peruvian Amazon Company de negligencia por omisión ante estos hechos.
Las acusaciones de Casement, al igual que había sucedido con la situación en el Congo, escandalizaron una vez más a la sociedad europea  y en particular a la inglesa. Desde diferentes gobierno europeos y también desde el Vaticano se denunció el comportamiento de Arana que se vio obligado a viajar a Londres en 1913 y presentarse ante la Cámara de los Comunes para defender su actuación , afirmando que en realidad él era un civilizador de los indios, un benefactor al igual que lo había sido Fitzcarrald. Aunque la opinión publica exigía su detención no era posible, ya que Arana era ciudadano peruano, no británico. Casement estimaba en sus informes que Arana habría provocado la muerte de entre 30.000 y 40.000 indígenas y estas acusaciones causaron que las acciones de la Peruvian se hundiesen en la bolsa  mientras que los hombres de Arana huían de las explotaciones para no ser detenidos, con lo que la producción quedó paralizada. Ese mismo año la Peruvian quebraba . Pero a los responsables del genocidio no les pasaría nada, y aunque se abrieron procesos contra más de 250 directivos de la Peruvian ninguno de ellos terminaría en prisión pues se dejó que sus delitos prescribieran, ante la indiferencia de los gobiernos de Perú, Colombia y Brasil.

Portada del periódico «Daily Mirror» del 16 de julio de 1916 con las fotografías del juicio a Roger Casement por espionaje, traición y sabotaje . La opinió publica ya había olvidado lo que Casement hizo por la humanidad al detener los genocidios en el Congo y en la Amazonía, y pesaba mucho más el contenido escandaloso de sus diarios sobre sus relaciones homosexuales. Hoy incluso se duda de la veracidad del contenido de este diario, pero para aquella Inglaterra que aún no había dejado atrás la moral imperante durante la era victoriana la homosexualidad era para ellos una perversión monstruosa, mayor que la de matar a unos indígenas o a tribus africanas. (imagen procedente de http://cadacosasutiempo.blogspot.com )
Julio César Arana se dedicaría ,después de un tiempo de retiro, a la política y llegaría a ser senador suplente por el departamento peruano de Loreto y moriría tranquilamente en Lima en 1952 a los ochenta y ocho años de edad. Peor suerte correría quién acabó con el imperio de Arana, Roger Casement, que moriría ahorcado el 3 de agosto de 1916 acusado de espía , traición y sabotaje debido a su apoyo a los independentistas irlandeses y destruido su nombre por la publicación de su diario en el que relataba sus relaciones homosexuales, lo que entonces era considerada una práctica degenerada y pecaminosa para la puritana sociedad británica. En cuanto al imperio del caucho americano comenzó a decaer ya en 1912 , una decadencia que tenía su origen en el robo de más de setenta mil semillas de caucho en 1876  por dos ingleses , Henry Alexander Wickham y Clement Robert Markham, que actuaban como agentes del gobierno británico. Aquellas semillas se plantarían en los jardines botánicos de Kew Gardens y de allí las nuevas plantas fueron llevadas hasta Sri Lanka, Malasia y África, donde los británicos consiguieron producir látex con mayor eficiencia y calidad que en las plantaciones americanas.
 Para 1912 ya habían conseguido superar a estos y los caucheros americanos se fueron a la ruina. Como dice Javier Reverte, quizás si no hubiera sido por esta circunstancia el gobierno británico no se habría mostrado tan duro con Arana y tan protector de los indígenas. De esta forma se libraba  de la competencia y además quedaban como protectores de los más débiles. Nunca lo sabremos , pero lo importante es que se detuvo el genocidio cometido con los indígenas  aunque su principal responsable no pagara sus culpas y muriera en la tranquilidad de su retiro en Lima. Y aquí termino la historia del caucho, del Oro verde teñido de rojo por la sangre vertida por tantos que murieron para alimentar la codicia de hombres sin escrúpulos que veían a los indios con los ojos de Loayza, el más sanguinario de los capataces de Arana, aquel que dijo «Son animales, no son gente» . Si , la codicia del ser humano,a la que  Joseph Conrad definía como «la miseria moral y la indigencia intelectual de la humanidad.», una miseria que no acabó con Arana, porque forma parte de la naturaleza de determinados seres humanos. Siempre habrá, por desgracia, nuevos Julio César Arana  , siempre habrá oro, caucho , coltán, salitre o cualquier otra materia que despierte la codicia del hombre  y por eso siempre serán necesarios hombres como Roger Casement , Benjamín Saldaña y Hardenburg para denunciar sus atrocidades

ENTREVISTA A MARIO VARGAS LLOSA SOBRE ROGER CASEMENT Y LOS GENOCIDIOS DEL PUTUMAYO Y EL CONGO

No he sido capaz de encontrar un documental con el que ilustrar esta historia que trate sobre lo ocurrido en el Putumayo , aunque si he visto hace tiempo uno del Canal Historia que relata parte de lo que allí sucedió pero no recuerdo su título ni he sabido hallarlo. Sin embargo creo que esta entrevista a Mario Vargas Llosa con motivo de su libro «El sueño del Celta» protagonizado por Roger Casement, puede ser interesante para conocer algunos detalles más sobre lo que he tratado de contaros.

EL ORO VERDE, EL ÁRBOL QUE LLORA Y LA SANGRE INDÍGENA(PRIMERA PARTE)

La historia de la humanidad reune una relación tan amplia de atrocidades que muchas de ellas , incluso aunque no haya transcurrido demasiado tiempo desde los días en que se cometieron, son olvidadas en los sótanos de la memoria pues recordarlas significa traer a la superficie el lado más oscuro del ser humano, las ambiciones mas innobles, las mayores sevicias cometidas por los impulsos de codicia y crueldad que anidan en lo profundo del hombre. El escritor Joseph Conrad encontró un título perfecto para su relato más importante, en el que narraba el horror  de la esclavitud, la explotación y el genocidio cometido en el Congo de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX , cuando aquel gigantesco territorio se había convertido en la finca privada de un solo hombre, el rey de Bélgica Leopoldo II (1835-1909). El título de aquella obra era «El corazón de las tinieblas» palabras que han pasado al lenguaje popular para definir toda incursión en los pasajes más tenebrosos de la historia. Hoy vamos a emprender uno de esos viajes que nos llevara a la selva amazónica de la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX.
Desde el inicio de la conquista de América por españoles y portugueses una de sus principales obsesiones fue encontrar el reino mítico de El Dorado , un reino del que ya he hablado en diferentes ocasiones en el Mentidero,  que llevó a exploradores y conquistadores desde las selvas del Perú y el curso del Amazonas hasta las selvas de Ecuador y los Tepuyes venezolanos , una búsqueda infructuosa en la que muchos perdieron la vida persiguiendo un sueño aurífero que jamás hallaron. Pero El Dorado si existía, sólo que no tenía el color amarillo del oro ni se hallaba en las profundidades de la tierra o bajo las aguas de los grandes cursos fluviales que atraviesan el hermoso y salvaje continente americano, sino en la sangre de sus árboles, en su savia, lo que muchos llamarían el Oro Verde. Este oro verde se hallaba defendido por la selva amazónica, un lugar hostil para el hombre al que el escritor español Javier Reverte(1944), cuya obra «El río de la desolación, un viaje por el Amazonas» junto con «El sueño del celta» del escritor peruano Mario Vargas Llosa(1936) nos acompañarán a lo largo de esta historia, define con estas palabras «Pensé en la selva como un lugar vacío de pasado , sin historia . Y por un momento me pareció igual a los espacios polares; tal vez porque los trópicos odian al hombre tanto como los hielos».

Mapa de Perú donde , en verde, vemos el comienzo de la zona selvática del Amazonas . En la parte superior, pasando por las ciudades de Pullcapa y Contamana vemos el curso del río Ucayali que , en realidad , es el Amazonas aunque no adoptará este nombre hasta llegar a la ciudad de Iquitos, la capital de la amazonía peruana . En la parte inferior, junto a la frontera con Bolivia, vemos la región Madre de Dios y el río Madre de Dios, una zona rica en caucho y que durante años los caucheros buscaron la forma más rápida de unir para transportar el caucho desde allí hasta Iquitos y luego descendiendo el Amazonas hasta su desembocadura en el Atlántico para embarcarlo con rumbo a Europa, el principal mercado en aquella época para América del Sur. Por eso no se embarcaban los productos para su venta  en el Pacífico ya que al no existir todavía el Canal de Panamá obligaba a descender hasta el Estrecho de Magallanes lo que además de ser más lento era también más peligroso (imagen procedente de http://educasitios.educ.ar ) 
El primer grupo de hombres en recorrer aquel territorio hostil, «la catedral de la pesadumbre donde dioses desconocidos hablan a media voz, en el idioma de los murmullos» como la describiera poéticamente el escritor colombiano José Eustasio Rivera(1889-1928), fue la expedición que dirigió el español Francisco de Orellana(1511-1546) y que le llevó a recorrer el río Amazonas hasta su desembocadura entre los años 1541 y 1542. Ya he relatado este viaje en el Mentidero y al lector interesado le remito al artículo publicado el 30 de marzo de 2011, pero no me resisto ahora a rescatar algunas partes del relato del cronista de esta expedición, fray Gaspar de Carvajal(hacia 1500-1584) en su «Relación del nuevo descubrimiento del famoso río Grande que descubrió por muy gran ventura el capitán Francisco de Orellana « uno de los cincuenta y siete hombres que acompañaron a Orellana en el descenso del río, pues nos permitirá entender mejor el mundo al que se enfrentaban los que tenían el atrevimiento de desafiar a la catedral de la pesadumbre.
Fray Gaspar relata así las penurias que pasaba la expedición por la falta de comida , más paradójicas si tenemos en cuenta que la selva está llena de vida pero entonces como hoy se puede morir de hambre si no sabes moverte en ella «Vivíamos en tan gran necesidad que no comíamos sino cueros, cintas y suelas de zapatos  cocidos con algunas hierbas , de manera que era tanta nuestra flaqueza que sobre los pies no nos podíamos tener, que unos a gatas y otros con bordones se metieron en las montañas a buscar algunas raíces que comer, y algunos hubo que comieron algunas hierbas no conocidas , los cuales estuvieron a punto de muerte, porque estaban como locos y no tenían seso». Relata  también el descubrimiento y bautismo del Río Negro, el más caudaloso de los afluentes del Amazonas y que a través de un pequeño río , el Casiquiare, conecta la Cuenca del Orinoco con la Cuenca del Amazonas «Prosiguiendo nuestro viaje  vimos una boca de otro río grande a la mano siniestra  que entraba en el que nosotros navegábamos el agua del cual era negra como tinta, y por eso le pusimos el nombre de Río Negro, el cual corría tanto y con tanta ferocidad que en más de veinte leguas hacía raya en la otra agua sin revolver la una con la otra».

En esta fotografía de la confluencia entre el río Amazonas y el río Negro se puede observar lo que os digo en el artículo, las aguas marrones del Amazonas , o Solimoes como se llama en Brasil ,y las oscuras del Río Negro , el más caudaloso de sus afluentes y con una longitud de 2250 kilómetros , a la altura de la ciudad de Manaos, en Brasil. Durante seis kilómetros las aguas de los dos ríos fluyen una al lado de la otra sin mezclarse , un fenómeno conocido como «Encuentro de las aguas» y que se debe a la diferencia de velocidad y temperatura entre los dos ríos. Mientras el Río Negro fluye a dos kilómetros por hora y con una temperatura de 22ºC mientras que las aguas del Amazonas fluyen a seis kilómetros por hora y con una temperatura de 28ºC (imagen procedente de http://infinitomisterioso.blogspot.com )
Hoy sabemos que los ríos de agua negra tienen esta tonalidad por la gran cantidad de materia orgánica que hay en sus aguas y la escasez de minerales , a la inversa que los ríos de aguas blancas. Durante el viaje se vieron acosados por diferentes tribus indígenas que les atacaban y entre aquellos guerreros se encontraban las mujeres que darían su nombre al río más caudaloso del planeta . Según fray Gaspar, los indios tributarios de estas mujeres guerreras las habían pedido auxilio para que les ayudaran a atacar a la expedición de Orellana » Vinieron hasta diez o doce,  que éstas vimos nosotros, que andaban peleando delante de todos los indios como capitanas y peleaban ellas tan animosamente que los indios no osaron volver las espaldas» y un poco más adelante describe a las guerreras  «Estas mujeres son muy altas y blancas, y tienen muy largo el cabello y entrelazado y revuelto a la cabeza; y son muy membrudas y andan desnudas y en cueros, tapadas sus vergüenzas  con sus arcos y flechas  en las manos haciendo tanta guerra como diez indios « También describe fray Gaspar como fueron atacados por una tribu , la de los omaguas, «Vimos venir por el río arriba gran cantidad de canoas , todas puestas a punto de guerra. Traían gran grita , tocando muchos tambores y trompetas de palo amenazándonos con que nos habían de comer».
Abandonamos aquí la expedición de Orellana que llegaría a la desembocadura del Amazonas el 26 de agosto de 1542, pero no a los omaguas . Los omaguas habitaban lo que hoy conocemos como región Omagua o Selva Baja, situada en el territorio del actual Perú  y su nombre, omagua, significa «región de los peces de agua dulce» pues en sus más de 65 millones de hectáreas de superficie  , en su gran red fluvial, habitan más de seiscientas especies diferentes de peces además de 2.500 especies de árboles , con una temperatura muy cálida. 25ºC de media y un nivel muy alto de humedad tanto por sus ríos como por las constantes lluvias. Los españoles del siglo XVI observaron como estos indios utilizaban la savia de un árbol para fabricar unas pequeñas bolas del tamaño de una naranja disponiendo capas superpuestas de yesca y de la savia solidificada  y que una vez hechas podían hacer botar . Lo que los españoles estaban viendo era lo que hoy llamamos caucho y aquella bola era una pelota de caucho. Ahora tenemos que avanzar un poco más en el tiempo y viajar hasta el  siglo XVIII.

Un árbol del que se está extrayendo la savia que en contacto con el aire se transformará en una resina endurecida a la que los indios llamaban «Cauchu» que significa «el árbol que llora»  donde se utiliza el mismo sistema que La Condomine describió en el siglo XVIII y cuya descripción recojo justo debajo de estas líneas. El caucho se convertiría en el Oro Verde que daría origen a grandes fortunas y también a algunos de los episodios más oscuros de esta región del mundo (imagen procedente de http://www.textoscientificos.com ) 
Entre 1735 y 1744 el matemático, naturalista y geógrafo francés Charles-Marie de La Condomine (1701-1774) participaría en una expedición a América del Sur que le llevaría a recorrer también el Amazonas después de separarse de sus otros compañeros de expedición por problemas entre ellos. Durante esa expedición La Condomine conocería el uso del curare utilizado por las tribus indias para la caza , describiría la quinina y como su uso protegía o atenuaba los efectos de la malaria, pero para el objetivo de nuestro relato nos interesa sobre todo por su descripción de como los indios omaguas obtenían aquel material con el que los españoles habían observado que fabricaban aquellas bolas que botaban «Con una simple incisión su secreto fluido lechoso mana gradualmente y se vuelve más duro y oscuro al contacto con el aire. Los indios llaman a esta resina «cauchu», que quiere decir «el árbol que llora». Estos detalles los relataría La Condomine en su obra «Historia abreviada de los viajes al interior de Sudamérica» , donde también cuenta  el uso que  los portugueses que habían colonizado Brasil  daban a este producto.

«Los portugueses del Pará han aprendido de los omaguas a fabricar con estas resinas unas bombas o jeringas que no necesitan émbolo. « y a continuación describe las plantas de las que los omaguas obtienen aquel producto «Los omaguas utilizan dos clases de plantas , una que los españoles llaman floripondia  y otra que los indios conocen como curupá, con la que se embriagan en borracheras de veinticuatro horas, bajo cuyos efectos tienen visiones muy extrañas» Como narra Javier Reverte en su libro, las jeringas hechas con la resina se hicieron muy populares y de su nombre en portugués, seringa, se adoptó el nombre de seringales para aquellos lugares donde crecían los árboles del caucho y a los que trabajaban con ellos seringueiros. Pronto el nombre de este producto adoptará diversas formas, desde el que ya conocemos como caucho hasta el látex, la goma o en Brasil borracha . Pero la auténtica explotación industrial del caucho no comenzaría hasta el siglo XIX de la mano de hombres como Thomas Hancock(1786-1865), considerado el fundador de la industria de la goma en Gran Bretaña .

Karl Friedrich Benz conduciendo su Motorwagen, considerado el primero automóvil de la historia. La patenta la obtuvo en 1886 y sólo dos años después ya salió a la venta el Benz Comfortable  que adaptaba los primeros neumáticos de caucho . Los apellidos de los hombres que estuvieron relacionados con la evolución del caucho y su uso para los neumáticos como Charles Goodyear, que descubrió el método de la vulcanización, Dunlop que patentaba el primer neumático con cámara y Édouard Michelin que desarrollaba el primer neumático desmontable, estarán unidos a las principales marcas de neumáticos de nuestro tiempo: Goodyear,Dunlop y Michelin (imagen procedente de http://www.hotrodders.com )

Hancock descubriría casi al mismo tiempo que el norteamericano Charles Goodyear(1800-1861) la vulcanización . Goodyear no tenía formación científica y parece que fue la casualidad al volcar accidentalmente un recipiente que contenía azufre y caucho sobre una estufa la que le permitió descubrir este procedimiento que consiste en calentar el caucho mezclado con azufre para volverlo más duro , impermeable y resistente al frío. Quizás ese relato sea una leyenda más que una realidad , pero lo cierto es que gracias a lo que se llamaría vulcanización en honor del dios Vulcano , el dios del fuego y el forjador del hierro en la mitología romana, el caucho comenzó a utilizarse para fabricar muchos productos, desde las suelas de los zapatos a los impermeables, desde los cojines hasta los salvavidas. Unos años después, en 1886, el ingeniero alemán Karl Friedrich  Benz(1844-1929) solicitará la patente para un vehículo de tres ruedas movido por la fuerza de un motor, al que llamará «Motorwagen» y es considerado el primer automovil de la historia.
En ocasiones parece que los progresos del hombre forman una cadena donde a un eslabón le sigue otro como consecuencia inevitable del anterior y apenas dos años después de la patente de Benz para el primer automovil un veterinario escocés, John Boyd Dunlop(1840-1921), patentaba en 1888 el primer neumático con cámara que Benz adaptaría ese mismo año a su vehículo . Dunlop fundaría la fábrica de neumáticos Dunlop Tyres y cuatro años después, en 1892, el francés Edouard Michelin(1859-1940), que desarrolló el primer neumático desmontable primero para las bicicletas y ya en 1894 para los automóviles. Imagino que habréis reconocido estos apellidos , Michelin, Dunlop y Goodyear con los de las principales empresas de neumáticos del mundo. Estos hombres junto con el desarrollo del automovil y todos los productos que podían fabricarse con el caucho gracias a la vulcanización , convirtieron al caucho en un elemento principal en la industria de finales del siglo XIX hasta el extremo que comenzaría a ser considerado como «el oro verde», una fuente de riqueza casi inagotable  que permitiría construir grandes fortunas en Colombia, Brasil o Perú gracias a la explotación de los millones de árboles que crecían en la inmensa selva amazónica.

Fotografía de la Selva Baja peruana, donde se encontraba el territorio de los indios omaguas y por lo que esta zona de la Amazonía peruana se conoce con el nombre de Región Omagua . Se caracteriza por un relieve horizontal , donde no hay ninguna elevación, situado a una altura que oscila entre los 80 y los 400 metros sobre el nivel del mar , y se caracteriza también porque sus ríos forman numerosos meandros como podemos observar en la fotografía. Además también cambian con frecuencia el recorrido de su cauce y se forman en ellos peligrosos remolinos a los que llaman muyunas . En la época más lluviosa la mayor parte de la selva queda inundada por las aguas de los ríos . Entre las ciudades más importantes de la amazonía peruana están las ciudades de Iquitos, Puerto Maldonado y Pullcapa , siendo Iquitos la más importante tanto en población como importancia económica (imagen procedente de http://www.inkanatura.net )
Pero estas grandes fortunas se construirían no sólo sobre el árbol que llora , como lo llamaban los indios omaguas, sino sobre la esclavitud, la tortura y la sangre de decenas de miles de indios amazónicos , un genocidio que hoy pocos fuera de aquellos territorios recuerdan ,quizás porque de esa explotación se aprovecharon no sólo los empresarios que se beneficiaban directamente de la producción y venta del caucho en sus plantaciones, sino también las naciones más desarrolladas de Occidente, desde el orgulloso Imperio Británico a Estados Unidos que gozaban del monopolio del transporte, comercio y manufacturación del caucho. Y mientras unos se enriquecían otros , los indios amazónicos, entregaban sus vidas  para alimentar el progreso y la riqueza de aquellos que les causaban tanto dolor y sufrimiento, que los veían no como seres humanos sino como animales de carga a los que había que sacar todo el rendimiento posible hasta que las fuerzas les fallaran y entonces, convertidos en elementos improductivos y poco rentables, llegaba el momento de eliminarlos
El pionero , el encargado de abrir el camino a otros empresarios del caucho, el que creó el sistema basado en utilizar a los indios para que explotasen el caucho  fue un hombre que ,como nos cuenta Javier Reverte en su libro, aún hoy presta su nombre a algunas calles en las ciudades amazónicas, como si se tratara de un benefactor y no del creador de un nuevo corazón de las tinieblas en el Amazonas. Este hombre se llamaba Carlos Fermín Fitzcarrald López (1862-1897) e incluso una de las provincias de Perú lleva este nombre en su honor. Pero conozcamos mejor a este hombre cuya figura aún hoy es controvertida.  Fitzcarrald había nacido en la ciudad peruana de San Luis, en la provincia que lleva ahora el nombre de este empresario del caucho, en 1862 . Era el primogénito de los siete hermanos nacidos del matrimonio entre el marinero norteamericano William Fitzcarrald y la criolla peruana Esmeralda López. El termino criollo se empleaba  para aquellos nacidos en América pero de padres blancos o africanos, en el caso de Fitzcarrald su madre era de origen europeo.

Una de las pocos fotografías que he encontrado en Internet de Carlos Fermín Fitzcarrald mientras está leyendo .Su verdadero nombre era Isaías, que luego cambió por Carlos , tal vez para escapar de los que le buscaban por haber desertado del ejército cuando fue llamado a filas para participar en la guerra del Pacífico contra Chile. Aunque esto no está confirmado y no se sabe realmente que sucedió en los cuatro años que duró la guerra entre 1879 y 1883 (http://blog.pucp.edu.pe)
Acompañando a su padre en sus viajes por el curso del Marañón, uno de los grandes afluentes del Amazonas y que siglos antes había prestado su nombre a la expedición conocida como la de los Marañones , dirigida por Pedro de Ursúa(1526-1561) y en la que también participaba Lope de Aguirre(hacia 1511-1561) que se proclamaría durante aquel delirante viaje como rey de aquellos territorios , nuestro protagonista se sentiría seducido por la selva . Tras estudiar en Lima y al conocer la muerte de su padre, Fitzcarrald regresó a las aguas del Marañón para buscar su destino. Cuando Fitzcarrald cuenta con diecisiete años estalla la conocida como Guerra del Pacífico, que iba a enfrentar a Chile contra las fuerzas unidas de Perú y Bolivia en una guerra que se prolongaría durante cuatro años, entre 1879 y 1883, un enfrentamiento nacido por la disputa de los yacimientos de guano y salitre en el desierto de Atacama. Poco se conoce de lo que hizo Fitzcarrald en estos años, desde los que afirman que desertó y se escondió en la selva  como harían otros de los futuros comerciantes de caucho hasta los que creen que fue hecho prisionero por soldados peruanos que le confundieron con un espía al servicio de Chile y estuvo a punto de ser fusilado.
En todo caso Fitzcarrald vuelve a la luz en 1883 una vez concluida la guerra , dirigiendo a un grupo de hombres con los que extrae y transporta caucho cuya venta le reportará importantes beneficios. Cinco años después ya se ha convertido en el productor de caucho más importante de la región del Ucayali, que toma su nombre del río Ucayali, afluente del Marañón, en territorio peruano . En 1888 se casa con Aurora Velazo , hija de un rico comerciante brasileño de la ciudad de Iquitos . Esta ciudad era la base de los caucheros peruanos y había nacido en 1757 como un establecimiento de los jesuitas que le dieron el nombre de «San Pablo de Napeanos» por los indios napeos que habitaban la región junto a la tribu de los iquitos.La población comenzó a ganar en importancia cuando se convirtió en la factoría naval y de los buques de guerra del Perú entre 1863 y 1864 y su gran crecimiento comenzaría a partir de 1880 con el desarrollo del comercio del caucho, ya con el nombre de Iquitos, una ciudad que en la actualidad es la más importante  y de mayor población de la Amazonía Peruana.

Fotografía actual de Iquitos , la sexta ciudad con más habitantes de Perú, con más de 450.000 habitantes, la más importante de las ciudades peruanas de la amazonía y uno de los puertos principales del Amazonas . Se convertiría en la ciudad más rica del Perú durante la época conocida como «la fiebre del caucho» que se prolongaría desde 1880 hasta 1914. En el año 1850 apenas contaba con 500 habitantes , en 1880 ya eran más de 20.000. El escritor Javier Reverte dice sobre ella «Es ruidosa, más pobre que antaño, bullanguera y nostálgica de su esplendoroso pasado» (imagen procedente de http://imagenes.viajeros.com )
En estos años Fitzcarrald adquirió una gran cantidad de embarcaciones con las que iba a crear una red de transporte por estos ríos que les permitiera ir recogiendo el caucho a lo largo de múltiples paradas a lo largo de su recorrido , conectando las plantaciones de caucho con Iquitos. Pero aquellas tierras donde los hombres que trabajaban para Fitzcarrald obtenían el caucho no estaban despobladas, eran el territorio de tribus indígenas como los amarakaeris, que no aceptaban aquella invasión de su territorio y se oponían a la presencia de los caucheros. Pero aquello no representaba un obstáculo para el espíritu comercial de Fitzcarrald que formaría su propio ejército integrado por blancos, mestizos y miembros de tribus indias rivales con el que luego atacaba los poblados de las tribus rebeldes donde no vacilaban en matar a los guerreros y vender como esclavos a niños y mujeres.
Javier Reverte recoge en su libro «El río de la desolación» la descripción del sistema usado por Fitzcarrald para explotar el caucho que , a su vez, toma de la obra «La sal de los cerros» del académico peruano Stefano Varese «Sabía utilizar las rivalidades tradicionales de los varios grupos tribales, ya que poseía un gran conocimiento etnológico por sus explotaciones. El método era simple: se entregan Winchester a los campa y estos tienen a su vez que pagarlos con esclavos cunibo o amuesha, y así sucesivamente en una cadena. Se acuña el termino «indio civilizado» para indicar a aquellos que, armados y al servicio del blanco, se encargan del oficio de comerciar con vidas humanas. Los campos, los cunibos, los piros civilizados entran a los grupos del interior y se procuran allí la moneda para pagar sus deudas» Durante estos años miles de indígenas morirán a manos de estas guerras impulsadas por Fitzcarrald para su propio beneficio, y los indios supervivientes abandonaba las orillas de los ríos para buscar refugio en lo más profundo de la selva, expulsados de lo que hasta entonces había sido su hogar. Muchas de las tribus fueron prácticamente exterminadas .

Así imaginó el director alemán Werner Herzog en su película «Fitzcarraldo»  el momento en que el barco salvaba el desnivel de casi quinientos metros y los once kilómetros de distancia que separaban el río Serjali del río Caspajali. Fitzcarrald pretendía unir de esta forma la amazonía peruana con la amazonía boliviana llegando hasta la región de Madre de Dios, donde se encontraría con el cauchero boliviano  Nicolás Suárez. Llegó a proyectar la construcción de un ferrocarril que salvase este obstáculo . Cuando la importancia del caucho comenzó a decaer la idea de Fitzcarrald no sería retomada por nadie hasta nuestros días, cuando se quiere impulsar de nuevo esta región (imagen procedente de http://familiaancashina.blogspot.com )
El negocio del caucho no hacía más que crecer y con él los beneficios de Fitzcarrald que mantenía una mansión en Iquitos y otra en Mishagua desde la que controlaba las explotaciones de caucho. También tenía un lujoso barco que había adquirido en Liverpool y que había reservado para su disfrute personal . De su lujo deja constancia esta descripción del barco que hace un misionero y que Javier Reverte incluye en su libro «Había armado un vapor que podía surcar la mayoría de los ríos de la selva central. En él se podía tomar el mejor vino francés y descansar en cómodos camarotes. Estaba todo tan limpio, elegante y arreglado que no tuvimos que envidiar nada a los mejores vapores europeos» Pero esta atmósfera de lujo no le impide al misionero ver lo que sucede más allá de aquella burbuja de riqueza «Afuera del barco estaba la selva de los indios y sus casas, y cada vez que se tocaba tierra , todos los marinos y gente de tercera saltaban como una peste de langosta , que no dejaban casa por registrar ni cosa por destruir» Pero Fitzcarrald, convertido ya en el principal cauchero de la región, ambicionaba encontrar una ruta que le permitiera conectar Iquitos con las zonas de máxima producción de caucho en la región de Madre de Dios y Loreto , en territorio peruano y fronterizo con Bolivia y Brasil.

Esta región estaba recorrida por los ríos Madre de Dios , Tambopata , Manu o Mishagua pero no había comunicación entre ellos y el río Ucayali que es el que llegaba hasta Iquitos. Fitzcarrald se propuso hallar el varadero, termino que se utiliza para designar el camino que une por tierra a dos cursos fluviales, que uniera alguno de los ríos de la región de Madre de Dios con el río Urubamba, afluente del Ucayali y que permitiría así conectarlo luego con Iquitos. En agosto de 1893, después de dos años de búsqueda, Fitzcarrald, al frente de una flota de canoas tripuladas por centenares de indios y después de recorrer una parte de la selva a pie consiguió encontrar un paso por el que podían llevar las mercancías a pie de un río a otro, ahorrando días de viaje en el transporte al comunicar la cuenca de los ríos Purus y Ucayali. El proyecto de Fitzcarrald era construir una carretera o un ferrocarril entre ambos  y en 1894 emprendía una nueva expedición a bordo de uno de sus vapores, el Contamana, que planeaba desmontar y atravesar el istmo por tierra hasta llegar al otro río. La expedición estaba formada por más de mil indios y al menos cien caucheros blancos y ,tal como tenía planeado Fitzcarrald, al llegar al istmo desarmaron el vapor, superaron una colina con un desnivel de casi quinientos metros de altura y llevaron el vapor al otro lado hasta el río Caspajali, que a su vez les llevó al Manu y así fueron de río en río  hasta llegar a territorio boliviano, a las tierras del cauchero Nicolás Suárez(1851-1940) con quién establecería una provechosa asociación.

Muy parecido a este barco de nuestros días que navega por el Amazonas o como los barcos que hemos visto en tantas películas sobre el Mississippi , eran los barcos que empleaba Fitzcarrald para el transporte del caucho . Eran barcos de poco calado y dotados con motores de vapor muy potentes . El cauchero estableció estaciones a lo largo del río, con una separación de unos pocos kilómetros entre cada una de ellas , donde recogía el caucho que se obtenía en los campamentos situados en el interior de la selva, para luego seguir río abajo , dejaban atrás Iquitos para alcanzar primero Manaos y ya en la desembocadura del Amazonas la ciudad de Belem, donde embarcaban el caucho rumbo a Europa (imagen procedente de http://recursosrenovablesperu.blogspot.com )
Gracias a este logro Fitzcarrald consigue que el gobierno peruano le conceda el monopolio de navegación y transporte por los principales cursos fluviales de la región como el propio Ucayali, el Urubamba o el Madre de Dios en noviembre del año 1896 . Al año siguiente Fitzcarrald zarpa a bordo de su vapor «Adolfito» para transportar los primeros rieles con los que pretendía comenzar a construir el ferrocarril con el que iba a atravesar el istmo , que tenía once kilómetros de ancho. Pero antes de llegar el Adolfito se vio atrapado en un remolino y se fue a pique , y con él el propio Fitzcarrald, cuyo cuerpo sería encontrado unos días después en las orillas de la isla Guineal. Así acababa la vida de Fitzcarrald, una figura controvertida, al que algunos todavía  califican de civilizador y benefactor de las tribus indias. Es cierto que con algunas de ellas se comportó bien para que le apoyaran contra otras tribus, es decir, por su interés personal, pero abrió el camino para el uso de los indígenas como mano de obra esclava en las plantaciones de caucho y causaría la muerte de miles de indios en los enfrentamientos tribales que él mismo fomentaba. Sin embargo, su nombre ahora es recordado por el istmo que descubrió y por la película «Fitzcarraldo» que en 1982 rodó el realizador alemán Werner Herzog(1942) con Klaus Kinski (1926-1991) en el papel de Fitzcarrald. La época más oscura de la explotación del Oro Verde estaba a punto de comenzar, con la figura de Julio César Arana como máximo protagonista, pero esta historia la conoceremos mañana en la segunda parte de este artículo, donde viajaremos al corazón de las tinieblas.

TRAILER DE FITZCARRALD DE WERNER HERZOG

Aunque no guarda demasiado rigor histórico la película de Werner Herzog he pensado que sería una buena forma de terminar la primera parte de este artículo con algunas de las escenas de esta película sobre la vida del cauchero Fitzcarrald. Aunque no está en castellano creo que merece la pena verlo por la fuerza de las imágenes